Siente, siente el amor
Comienza con una especie de calor sobre el pecho y en el
interior del vientre. Es protector. Ofrece y da refugio. Confiere poder.
Siente cómo va abrazando a la persona, abraza el corazón,
abraza el cuerpo, abraza la mente, abraza los latidos del motor que lleva a
cada latido toda una vida, abraza las
palabras, abraza los sueños. Va dirigiendo la mirada, da un aire nuevo a la
existencia. De repente nada es imposible y la realidad se rompe, aunque intenta
sobrevivir y cada vez que los ojos se colocan ante el espejo muestran a
uno mismo en su miseria. Pero el amor lo soluciona todo, la ilusión tiene una
fuerza poderosa que hace que todo tenga ánimo y todo salga adelante. De repente
el problema físico no existe o se puede combatir con paciencia y con
constancia. Siente cómo la efervescencia va abarcando cualquier hueco que quede
de espacio en el físico, en las venas y arterias, en los recovecos entre neuronas.
Se introduce en la sangre, pasa por todo el cuerpo, alimenta impulsos eléctricos,
llena el estómago y no es necesario comer, llena la mente y no es necesario
leer, llena el espíritu y no es necesario sentir. Se necesita dar hacia los
demás de tantísimo contenido que invierte, que logra llenar el alma.
Se hace la persona maga, agorera, vidente, filósofa, músico,
poeta, matemático, científico, historiador, todo a la vez. Los sentidos se
llenan de percepciones y estímulos, hay una compatibilidad completa con el
resto de los seres, de la existencia. Se produce un cambio hormonal de tal
magnitud que si se pudiera reflexionar un poco en esos momentos, se notaría el
ensueño de la vida como se refleja el ensueño del amor en quienes no pasan por
dicho estado.
En esos momentos es cuando se deja constancia de que nadie
puede percibir la realidad pura y dura porque no hay ningún cerebro standard
que perciba las cosas en su estado original, siempre estará todo supeditado a
la persona por mucho que usemos aparatos fríos y calculadores. Esos aparatos
están construidos por hombres y por otras máquinas construidas por otros
hombres y siempre tendrán un margen de error elevado para nuestro universo. Con
la entrada del amor la visión de las cosas parece tan clara y diáfana que la
misma luz ciega el entorno y se nos ocultan cosas que siguen siendo reales para
nosotros y hay que seguir teniéndolas en cuenta. Claro que todo puede ser bueno
o malo según nuestra apreciación, siempre según nuestra opinión personal. En la
ilusión inicial se deja de pensar, se tiene por imposible que la otra persona
pueda ser de tal o cual modo. Todo el mundo tiene ganas de ser mejor persona
aunque no sea mala persona. Los defectos se mejoran para que la otra persona no
pueda detectar cosas que igual ni se entera de que existen. Hay que tener una
mente muy objetiva para poder ponerse por encima del sentimiento y saber ver lo
que hay en la realidad, de un modo mecánico y calculador. Pasar por encima de
uno mismo, del ser y estar como humano.
Siente, siente la música.
Llega hasta dentro. La frecuencia del sonido se pone en contacto
con el latido del corazón. Si se tiene un fuerte temperamento, se desecha la
música si no llega hasta dentro, si no se acopla al latido. Si se saben vencer
las presiones y dejarse llevar, se puede adivinar qué intención tiene la obra
que se está escuchando, se puede incluso sentir, imaginar o recrear al
compositor en su mesa o lugar de trabajo o de oración trayendo a la tierra esas
frecuencias desconocidas que pululan por las distintas energías que nos
envuelven. No es necesario que esa música lleve letra para poder recibir el
mensaje aunque el compositor desea dejar claro lo que significa su música y por
eso marca o traduce al lenguaje humano el lenguaje divino o universal de la
música a quien unos pocos han colocado un modo distinto de signatura en forma
de rayas y redondeles para poder recuperar la misma composición una y otra vez,
interpretarla una y otra vez, cada vez con más exigencia, cada vez con más
precisión, cada vez con mayor dolor hasta llegar a niveles de paroxismo que devienen
en locura y que han obligado a hacer de la música un objeto en compraventa de
intérpretes y de obras, algo inexplicable, un instrumento a su vez de selección para escalar grados
imaginarios de riqueza, poder y estatus para ganar respeto y consideración. Es
algo inútil porque la verdad es que el compositor no desea la perfección
absoluta de sus obras sino que llegue el mensaje. El compositor ha pretendido
traer hacia el ser humano algo que el universo ha colocado a su disposición y
lo deja ahí para que todos podamos disfrutar de ello. En unas ocasiones es el
amor, en otras el dolor, en otras la alegría, en otras la adoración, en otras
su propia superación o su desesperación. Igual que los compositores - no todos
los músicos son compositores - igual intención tienen el resto de los artistas
creativos, no los que simplemente ejercen su arte para satisfacer la codicia
ajena y la propia, que eso hay quien lo hace maravillosamente. Un artista puede
reflejar su visión de una escena o simplemente la realidad fotográfica de la
misma, sea auditiva, visual, táctil, gustativa, etc...
Siente, siente la suavidad.
Parece algo que se deshace entre la piel, parece que está
ahí presente por el color y la textura pero no existe. Parece que se va a
romper, que se deshará entre los dedos o al contacto con cualquier mínimo
estimulo que la toque. Tan frágil, tan susceptible a los cambios. Posiblemente duradera
pero a la vista y al tacto, tan efímera. El roce llena, provoca muchos estados
en nuestro cuerpo. Puede provocar lo que se llama dentera, escalofríos en
nuestra boca, en nuestras encías, un cosquilleo y una alteración en dientes y
muelas que parecen más sensibles al frío, al calor y hacia lo que se está
palpando. Los dientes y las muelas también son órganos y como tales, tienen
nervios y sensaciones protegidos por tejido óseo, así que tienen todo el
derecho del mundo a enviar mensajes al cerebro y a tener sensaciones. Se
alternan las sensaciones de pesadez con las de ardor y las gélidas, así como la
de parecer que se afilan, que los borden arañan los tejidos bucales interiores
y que no se soporta el paso de la lengua lamiendo y erosionando esas aristas.
En la piel se eriza el vello, es decir, da una respuesta de
protección hacia la propia piel, advierte de que hay algo que no entiende.
Nuestra piel es un órgano sabio y práctico: no etiqueta, simplemente repele lo
que no conoce o no le gusta y da una advertencia. Después ya está en nosotros
el hacerla adaptarse o no, como ocurre cuando ya la palma de la mano o los
dedos dejan de rozar. Entonces pasamos a la mejilla. El tacto con la mejilla
habla de protección y seguridad, es una caricia de acogida y cariño, que se
hace con la palma completa hacia la cara de la persona. Por eso desagrada tanto
el pellizco en la mejilla, porque es una provocación, rompe la seguridad y
desequilibra a la persona. El pellizco y las ganas de sonrojar la mejilla o de agarrarla
a lo vivo violenta a la persona que lo recibe. En cambio dar la mano y respetar
la mejilla o mejor aún, cuando ya se conoce más o se hace uso de esa confianza
que da la madurez sobre la infancia, simplemente se acaricia la mejilla o el
pelo, mientras el receptor lo permita, ayuda a la otra persona a acercarse y
tomar partido en la conversación o la presencia. Quién cuando no ha sentido un
tacto dulce como el del melocotón, el de la seda, el del algodón, no ha ido a
pasarlo por su mejilla y ha sentido esa caricia que alguna vez recibió siendo
menor. Esa caricia que alguna vez nos llega a todos. En la palma de la mano,
mientras tanto, el intercambio de energía produce cierto cosquilleo que deja
indefensa a la persona, como si pudieran
ver en uno todo lo que lleva en su interior, bueno o malo. En seguida se
apresura la persona a cerrar la corriente, apretando las palmas, frotándose las
manos o agarrando algo o cruzando los brazos como si la persona que tiene
enfrente pudiera verla al desnudo. Pero
qué magnífico es el poder acudir a la naturaleza, a la inmensidad, levantar los
brazos en alto, levantar las palmas hacia arriba, cerrar los ojos, mirar al
cielo, dejar que la piel se haga dueña de la situación y sentirse inmerso en el
universo con la luz solar sobre el rostro o la pequeña gota de lluvia.
Siente, siente la alegría del color.
Siente tu piel vibrar con la frecuencia de colores que puede
tocar y rozar, con el aire azul del empíreo que es una gran capa que envuelve
tu piel y que la colorea de tristeza a la par que de esperanza y que te hace
sentir inmenso, grande, pequeño pero poseedor de una gran fortuna, siente lo
etéreo de la atmósfera, siente la liberación y la atadura de la propia
responsabilidad, siente que es un muro frágil que se rompe porque es de aire y
de color, siente el rosa o verdoso de la primavera, el traje de las flores, la
ternura de lo más pequeño y recién nacido, de lo que está blando y fácil de
agarrar y de coger, lo que es terso, lo que es a veces hiriente y otras
ocasiones condescendiente, siente con las nubes amarillentas, grises o azuladas
del otoño, con el aire limpio del verano, con el aroma níveo del invierno.
Siente el verde intenso de los pinos y de los abetos, siente el amarillo de las
hojas secas, siente el rojo de la sangre y el color suave y morado de la
verbena, siente el azul cobalto del firmamento secundado por las manadas de nubes
que lo aborregan, siente el color anaranjado de toda presencia, siente el color
rosado de la ingenuidad, siente el color azul oscuro del fondo del mar y como
te llama para que uno se dirija a él como un medio de caer sin hacerse daño, de
hundirse y dejarse llevar sin impunidad dado que envuelve y acoge sin miedo,
cómo el pecho se llena de dióxido de carbono y se deja de respirar pero da
igual porque la enorme tranquilidad que se siente es perfecta y preciosa.
Siente, siente el movimiento de las papilas en tu lengua, en
tus encías, en tu paladar. Siente cómo los ácidos son expulsados de sus
glándulas y acuden presurosos al paso de la comida. Siente cómo la lengua
revisa cada pedazo de alimento que ha entrado por tu boca. Siente cómo en
distintas zonas de la lengua, se van adivinando los distintos gustos: ácido,
amargo, salado, dulce. Siente la calidez o el frescor del alimento. Siente cómo
va siendo masticado con tu boca y cómo empieza a introducirse en la laringe o
en el esófago. Siente cómo va ocupando el espacio al bajar hacia el estómago y
cómo va llenando de calor y saciedad tu vientre. Siente la saciedad y cómo el
cuerpo va entrando en una fase de sedación: se tienen ganas de dormir, algo de
frío, ganas de reposar. El estómago mantiene su calor y el resto del cuerpo
entra en un sopor para permitir que la digestión se realice con tranquilidad y
sin altibajos ni sobresaltos: nada peor que las excitaciones cuando se acaba de
comer. Ni siquiera se ha de leer para no forzar al cuerpo a realizar otra actividad
y descentre su trabajo del lugar donde le ocupa. Los alimentos que han pasado
por los distintos estadios bucales pueden ser de distintos tipos: duros o
blandos o crujientes o pastosos o membranosos o ligeros o suaves o dulces o
pesados o livianos o líquidos o sólidos e incluso gaseosos. Pueden tener un
sabor apetitoso o desagradable pero que mezclado con otros alimentos, les dé un
nuevo cariz. Pueden ayudar a limpiar los dientes, a mejorar la encía o a
destrozar la boca y a proporcionar un dolor continuo.
Siente, siente el dolor.
Es un ácido que va corroyendo el pecho.
Siente el dolor, siente la presión en los pulmones, bronquios
y garganta sobre todo, el famoso nudo que impide la libre respiración del aire y que apelotona sentimientos y
dióxido de carbono a la altura de los hombros, bloqueando una vía vital de
energía y de limpieza interior. Siente la amargura, se va paseando por todo el
cuerpo. Siente el dolor. Es constante a la altura de los bronquiolos. Es una
serpiente, se anuda en la laringe. Ahoga pero a la vez permite el paso del
aire, no puede asesinar porque sería su propio fin, necesita de la simbiosis con
el sujeto a quien martiriza, es un ser pasivo y absorbedor. Desespera, se sabe
que se pierde un hilo, una cuerda desaparece de uno mismo, están arrancando el
corazón del pecho con una cuerda, con unas tenazas enormes y frías de metal o
de madera y lo estrujan al corazón y lo meten de cuajo entre las costillas y
los pulmones ahí escondido.
Siente la desesperanza cómo se aferra en ti.
Siente la ruptura, siente el martillo cayendo sobre la mesa
con la forma de cristal en la parte superior y siente cómo se da el golpe que
no se ha querido recibir, que no se ha querido ver, que no se ha querido
escuchar. Y siente el impacto, la vibración, el movimiento y el ver aparecer
las grietas en la superficie del cristal, mira cómo corre y cómo se huye ante
lo evidente, ante la decisión tomada que no le implica a uno pero que llena al
otro, siente como las piernas se paralizan, las manos se paralizan, el cuerpo
no quiere rendirse a la evidencia, el corazón engaña, la piel renuncia a sentir
y el cuerpo da un giro tremendo ante lo que es evidente. El hielo se
materializa en el cerebro
Siente el deseo en la parte inferior.
Siente cómo quiere vivir. Siente cómo pide caricias, cómo envía
al cerebro imágenes, lo que quiere ver, ese cuerpo desnudo, esa piel inocente,
quiere ese beso, quiere a esa persona. Manda imágenes erróneas para hacer caer
al sujeto al que esclaviza porque quiere que se le atienda y quiere sobrevivir.
Se pone por encima. Sabes que todo ésto es ilógico y se estudia el por qué. Se
está en un momento de cambio, no es normal en ese momento lo que está
ocurriendo. Esto pertenece al pasado, ya no es de la persona. La persona ya
debe tirar cerebralmente para delante con las cuerdas de la
vida. No ha de ser una adolescente de cuarenta y tantos años
sino una persona de cuarenta y tantos años. Ha de ver todos estos procesos como
algo vulgar y cotidiano en la vida y no sentirlos ni escribir sobre ello sino
pasar por encima y pisarlos, negarlos, a fin de cuentas son impulsos
adolescente que en la vida diaria sólo aturden y hacen perder el tiempo y no se
está para subidas hormonales y para perdidas de tiempo. Siente. Siente como se
va apagando la vida y la juventud que aún quiere vivir dentro de uno porque
sabe que no es normal. Es hora de envejecer y amargarse, de matar lo que sale
de dentro o usarlo solamente para ganar dinero y aprovecharse de los demás.
Se da el salto y se pasa de todo.
Se sigue trabajando. Se sigue escribiendo. Se siguen
desarrollando estrategias para ganar dinero y triunfar y ser lo más de lo más
para los demás.
Mejor deja por fin de ser uno mismo. No vale para nada. Y el
amor... es de ilusos
Pero el mundo necesita a los ilusos también para seguir girando.
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Veröffentlicht auf e-Stories.de am 26.12.2007. - Infos zum Urheberrecht / Haftungsausschluss (Disclaimer).
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