Regina Sedelke

Día inocente

Vascilante te despiertas de tu largo sueño. Aún escondes bajo velos de niebla tus valles, desbordante de vida, tus ríos profundos y tus pueblos con gente irrepetible.
 
¡Día inocente! Tú no quieres nada más como despertar, y regalar  pura vida y alegría a ellos, que forman parte de tí. No sabes que traes bajo tus nieblas. Tú no tienes la culpa...
 
No sospechas como esperamos tu llegada. Desesperádamente muchos, algunos temerosamente  y otros aún con la espera que vayan a encontrar algo mejor cuándo se hayan despejado los nieblas.
 
Pero encontramos nada más como lo que nosotros mismos sembramos y aún estamos por sembrar.
 
El hombre que se levanta impaciente a las cuatro de la mañana, para poder volver por fin, hacer negocios para aumentar riquezas, de ya no sabe como disfrutar de ellos, porque le escasa el tiempo para hacerlo.
 
El hombre que se despierta a las once por la mañana, con miedo en el corazón. Miedo de que no sabe del porque de su temor. Sospecha a si mismo, quizás porque sabe de que el ser humano será capaz de hacer...
 
El guerrero que ya al abrir los ojos está pensando en cómo puede derrotar al enemigo y quitarle sus tierras, aunque no sabe por qué lo odia, por qué lo quierre derrotar y para qué necesita nuevos terrenos.
 
La mujer que se levanta sin ganas, porque sabe que sus esfuerzos no serán reconocidos, que sus hijos tampoco tienen un futuro mejor, mas su esposo, ya hace mucho dejó de luchar y no quiere nada más que ser feliz.
 
La mujer que se despierta por el dolor en el estómago, causado por el hambre, angustiada, porque sabe que sus hijos se van a mirar a los ojos sin esperanza de un desayuno, y que quiere nada más como tener un poco de comida.
 
El hombre que se molesta despertar, porque sabe que no le quedan drogas para olvidar a la mujer que le abandonó sin acordarse de su hijo en la cuna que necesita leche.
 
Y no para olvidar el creyente apasionado, que piensa tener que convertir a los infieles, aunque viven en paz con la tierra y si mismo.
 
La mujer que ve fagazmente por la ventana como madruga, mientras está trabajando y ordenando la casa ya desde ayer, porque está invencible y no entiende a los pobres que necisitan dormir.
 
La hija, que se escandaliza porque sus padres no están dispuestos de pagarle una corrección de la nariz, que no le parece bonita.
 
La vieja pareja que está viendo, incapaz de creerlo,  los escombros de su casa y la huerta, por la que se sacrificaron toda su vida, destruido por el volcán que ya olvidaron de temer, porque nunca les hacía ningún daño.
 
Día inocente, quizás estuviera mejor si te quedáras durmiendo. Pero si lo hicieras que estaría entonces con las riquezas que tienes previstos para nosotros.
 
La mala hierba húmeda, reluciente de los primeros rayos del sol.
 
El vecino que echa una mano al viejo para llevar sus compras escaleras arribar hasta su departamento, aunque tiene prisa.
 
El hombre que dedica su tiempo libre a los que perdieron todo.
 
La mujer que está feliz con ayudar al moribundo aunque nadie la dará las gracias por esto.
 
El guerrero que con intención no acerta el tiro para matar al enemigo, que más tarde concibe una hija que inventará en el futuro el remedio contra el SIDA.
 
La mujer que cria a su hijo minusválido, y que se alegra sobre la alegría por la vida que tiene él.
 
La felicidad de la pareja, que vive cerca del volcán en cirunstancias humildes y crían hijos, de los cuales un día uno se hace politico y consigue impedir una guerra.
 
El padre que acepta que su hijo no consiguió el éxito que él deseaba y sigue amándole.
 
Día, levanta con calma las nieblas por la mañana, pues cada día que amanezca estoy curioso que vaya a ver. Estoy convencido que éste día las cosas buenas superan las cosas malas. Algún día, tal vez, muy en el futuro uno de mis bisnietos esté privilegiado de ver amanecer un día sin miedo, guerra e insatisfacción...
   
 
 
                                                                                                           Regina Sedelke.-

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